Difusión, translucidez y transparencia.
Cuando un artista trabaja en un flujo de trabajo PBR, debe prestar atención a la reflectividad base, es decir, la cantidad mínima de luz y color que se refleja.
La “reflexión especular” hace referencia a la luz que se redirigió desde la superficie. Ese rayo se refleja en la superficie en cuestión y viaja en una dirección distinta. Este fenómeno sigue las leyes de la reflexión, que establecen que el ángulo de reflexión que produce una superficie perfectamente plana es equivalente al ángulo en el que incide la luz.
Sin embargo, la mayoría de las superficies son irregulares, por lo que la dirección en la que se reflejan los rayos varía en función de las desigualdades que presenten. Aunque esto hace que cambie la dirección en la que se emite la luz, la intensidad sigue siendo la misma.
La iluminación de las superficies más irregulares abarcará un espacio mayor, pero tendrá un aspecto más tenue. Las superficies más lisas, por el contrario, mantendrán enfocados los reflejos especulares y parecerán más brillantes o intensas si se observan desde un ángulo adecuado.
Los términos difusión, luz difusa o dispersión subsuperficial describen el efecto que se produce cuando una superficie absorbe y dispersa la internamente. Cuando la luz se dispersa, la dirección del rayo varía aleatoriamente y el número de desviaciones depende de las irregularidades que presenta el material, ya que son este tipo de superficies las que causan este fenómeno. Aunque la dispersión cambia la dirección de la luz, no cambia su intensidad. A veces, la luz dispersada puede reaparecer en la superficie, de modo que se puede ver de nuevo.
A los materiales que causan una dispersión alta y tienen propiedades de baja absorción se los conoce, en ocasiones, como “medios participativos” o “materiales translúcidos”. Algunos ejemplos son el humo, la leche, la piel, el jade y el mármol.
Cuando la luz atraviesa un material translúcido, este puede absorberla o dispersarla. Si la absorbe, su intensidad disminuye a medida que se transforma en otra forma de energía, como, por ejemplo, calor. Estas alteraciones del color dependen de la longitud de onda, pero la dirección no varía.
Si la luz no se dispersa y el nivel de absorción es bajo, los rayos atraviesan directamente la superficie, como en el caso del cristal. Imagina, por ejemplo, que estás buceando en una piscina. Si el agua estuviera limpia y abrieras los ojos, podías ver a través de ella. Si, por el contrario, esa misma piscina estuviera sucia, las partículas de suciedad dispersarían la luz y reducirían la claridad del agua y la distancia hasta la que podrías ver.
Cuanta más distancia recorra la luz dentro de este tipo de material, mayor cantidad se absorberá o se dispersará. Esta es la razón por la que el grosor del objeto desempeña un papel clave en el grado en el que se absorbe o se dispersa la luz.